domingo, 31 de marzo de 2013

[ † ] Lunes de Pascua. 01/04/2013. San Hugo ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15

Gloria a ti, Señor.

Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro y, llenas de temor, pero con mucha alegría, corrieron a llevar la noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y las saludó. 
Ellas se acercaron, se echaron a sus pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: 
"No teman, digan a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán". 
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Estos se reunieron con los ancianos y acordaron en Consejo dar una fuerte suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: 
"Digan que sus discípulos fueron de noche y robaron su cuerpo mientras ustedes dormían. Y si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y responderemos por ustedes".
Los soldados tomaron el dinero e hicieron lo que les habían dicho. Y ésta es la versión que ha corrido entre los judíos hasta hoy.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

lun 8a. de Pascua

Antífona de Entrada

El Señor ha resucitado como lo había dicho; llenémonos de gozo y de alegría porque reina eternamente. Aleluya.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que por medio del bautismo das nuevos hijos a tu Iglesia y la haces crecer continuamente, concédenos vivir siempre de acuerdo con la fe que recibimos en el bautismo.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

A este Jesús, Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33

El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los Once ante la multitud, levantó la voz y 
declaró solemnemente: 
"Israelitas, escuchen: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios acreditó ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que realizó por medio de él, como bien lo saben. Dios lo entregó conforme al plan que tenía previsto y determinado, y ustedes, valiéndose de los impíos, lo crucificaron y lo mataron. Dios, sin embargo, lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, pues era imposible que ésta lo retuviera en su poder, ya que el mismo David dice de él: 
Tengo siempre presente al Señor, porque está a mi derecha, para que yo no dude. Por eso se goza mi corazón, se alegra mi lengua, y todo mi ser descansa confiado; porque no me entregarás al abismo, ni permitirás que tu fiel experimente la corrupción. Me enseñaste los caminos de la vida, y me saciarás de alegría en tu presencia.
Hermanos, permítanme decirles con franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro aún se conserva entre nosotros. Pero, como era profeta y sabía que Dios le había jurado solemnemente sentar en su trono a un descendiente suyo, vio anticipadamente la resurrección de Cristo, y dijo que no sería entregado a la muerte, ni su cuerpo experimentaría la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ellos somos testigos todos nosotros. El poder de Dios lo ha exaltado, y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha derramado, como ahora lo están viendo y oyendo".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 15, 1-2a.5.7-8.9-10.11

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío que me refugio en ti. Yo digo al Señor: "Tú eres mi dueño, mi único bien". Señor, tú eres mi alegría y mi herencia, mi destino está en tus manos.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha jamás fracasaré.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Por eso se me alegra el corazón, hacen fiesta mis entrañas y todo mi ser descansa tranquilo; porque no me abandonarás en el abismo, ni dejarás a tu fiel experimentar la corrupción.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Me enseñarás la senda de la vida, me llenarás de alegría en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Este es el día del triunfo del Señor; día de júbilo y de gozo. 
Aleluya.

Evangelio

Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea; allí me verán

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15

Gloria a ti, Señor.

Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro y, llenas de temor, pero con mucha alegría, corrieron a llevar la noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y las saludó. 
Ellas se acercaron, se echaron a sus pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: 
"No teman, digan a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán". 
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Estos se reunieron con los ancianos y acordaron en Consejo dar una fuerte suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: 
"Digan que sus discípulos fueron de noche y robaron su cuerpo mientras ustedes dormían. Y si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y responderemos por ustedes".
Los soldados tomaron el dinero e hicieron lo que les habían dicho. Y ésta es la versión que ha corrido entre los judíos hasta hoy.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

No se dice "Credo".

Oración sobre las Ofrendas

Señor, recibe con bondad nuestras ofrendas, y tú que nos llamaste a la fe y nos has hecho renacer por el bautismo, guíanos a la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

El misterio Pascual

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en este día en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. 
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, 
con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Cristo, una vez resucitado, ya no puede morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Aleluya.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que la gracia de este sacramento, memorial de la Pascua de tu Hijo fructifique, Señor, en nuestros corazones, para que podamos corresponder a los dones de tu amor que nos abrió el camino de la salvación eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
Amén

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Meditación diaria

 

Octava de Pascua. Lunes

LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN

— La alegría verdadera tiene su origen en Cristo.

— La tristeza nace del descamino y del alejamiento de Dios. Ser personas optimistas, serenas, alegres, también en medio de la tribulación.

— Dar paz y alegría a los demás.

I. El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho, alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. ¡Aleluya!1.

Nunca falta la alegría en el transcurso del año litúrgico, porque todo él está relacionado, de un modo u otro, con la solemnidad pascual, pero es en estos días cuando este gozo se pone especialmente de manifiesto. En la Muerte y Resurrección de Cristo hemos sido rescatados del pecado, del poder del demonio y de la muerte eterna. La Pascua nos recuerda nuestro nacimiento sobrenatural en el Bautismo, donde fuimos constituidos hijos de Dios, y es figura y prenda de nuestra propia resurrección. Dios –nos dice San Pablo– nos ha dado vida por Cristo y nos ha resucitado con Él2. Cristo, que es el primogénito de los hombres, se ha convertido en ejemplo y principio de nuestra futura glorificación.

Nuestra Madre la Iglesia nos introduce en estos días en la alegría pascual a través de los textos de la liturgia: lecturas, salmos, antífonas..., en ellos pide sobre todo que esta alegría sea anticipo y prenda de nuestra felicidad eterna en el Cielo. Desde muy antiguo se suprimen en este tiempo los ayunos y otras mortificaciones corporales, como símbolo externo de esta alegría del alma y del cuerpo. «Los cincuenta días del tiempo pascual –dice San Agustín– excluyen los ayunos, pues se trata de una anticipación del banquete que nos espera allí arriba»3. Pero de nada serviría esta invitación de la liturgia si en nuestra vida no se produce un verdadero encuentro con el Señor, si no vivimos con una mayor plenitud el sentido de nuestra filiación divina.

Los Evangelistas nos han dejado constancia, en cada una de las apariciones, de cómo los Apóstoles se alegraron viendo al Señor. Su alegría surge de haber visto a Cristo, de saber que vive, de haber estado con Él.

La alegría verdadera no depende del bienestar material, de no padecer necesidad, de la ausencia de dificultades, de la salud... La alegría profunda tiene su origen en Cristo, en el amor que Dios nos tiene y en nuestra correspondencia a ese amor. Se cumple –ahora también– aquella promesa del Señor: Y Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar4. Nadie: ni el dolor, ni la calumnia, ni el desamparo..., ni las propias flaquezas, si volvemos con prontitud al Señor. Esta es la única condición: no separarse de Dios, no dejar que las cosas nos separen de Él; sabernos en todo momento hijos suyos.

II. Nos dice el Evangelio de la Misa: las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies5.

La liturgia del tiempo pascual nos repite con mil textos diferentes estas mismas palabras: Alegraos, no perdáis jamás la paz y la alegría;servid al Señor con alegría6, pues no existe otra forma de servirle. «Estás pasando unos días de alborozo, henchida el alma de sol y de color. Y, cosa extraña, ¡los motivos de tu gozo son los mismos que otras veces te desanimaban!

»Es lo de siempre: todo depende del punto de mira. —"Laetetur cor quaerentium Dominum!" —cuando se busca al Señor, el corazón rebosa siempre de alegría»7.

En la Última Cena, el Señor no había ocultado a los Apóstoles las contradicciones que les esperaban; sin embargo, les prometió que la tristeza se tornaría en gozo: Así pues, también vosotros ahora os entristecéis, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo8. Aquellas palabras, que entonces les podrían resultar incomprensibles, se cumplen ahora acabadamente. Y poco tiempo después, los que hasta ahora han estado acobardados, saldrán del Sanedrín dichosos de haber padecido algo por su Señor9. En el amor a Dios, que es nuestro Padre, y a los demás, y en el consiguiente olvido de nosotros mismos, está el origen de esta alegría profunda del cristiano10. Y esta es lo normal para quien sigue a Cristo. El pesimismo y la tristeza deberán ser siempre algo extraño al cristiano. Algo que, si se diera, necesitaría de un remedio urgente.

El alejamiento de Dios, el descamino, es lo único que podría turbarnos y quitarnos ese don tan apreciado. Por tanto, luchemos por buscar al Señor en medio del trabajo y de todos nuestros quehaceres, mortifiquemos nuestros caprichos y egoísmos en las ocasiones que se presentan cada día. Este esfuerzo nos mantiene alerta para las cosas de Dios y para todo aquello que puede hacer la vida más amable a los demás. Esa lucha interior da al alma una peculiar juventud de espíritu. No cabe mayor juventud que la del que se sabe hijo de Dios y procura actuar en consecuencia.

Si alguna vez tuviéramos la desgracia de apartarnos de Dios, nos acordaríamos del hijo pródigo, y con la ayuda del Señor volveríamos de nuevo a Dios con el corazón arrepentido. En el Cielo habría ese día una gran fiesta, y también en nuestra alma. Esto es lo que ocurre todos los días en pequeñas cosas. Así, con muchos actos de contrición, el alma está habitualmente con paz y serenidad.

Debemos fomentar siempre la alegría y el optimismo y rechazar la tristeza, que es estéril y deja el alma a merced de muchas tentaciones. Cuando se está alegre, se es estímulo para los demás; la tristeza, en cambio, oscurece el ambiente y hace daño.

III. Estar alegres es una forma de dar gracias a Dios por los innumerables dones que nos hace; la alegría es «el primer tributo que le debemos, la manera más sencilla y sincera de demostrar que tenemos conciencia de los dones de la naturaleza y de la gracia y que los agradecemos»11. Nuestro Padre Dios está contento con nosotros cuando nos ve felices y alegres con el gozo y la dicha verdaderos.

Con nuestra alegría hacemos mucho bien a nuestro alrededor, pues esa alegría lleva a los demás a Dios. Dar alegría será con frecuencia la mejor muestra de caridad para quienes están a nuestro lado. Fijémonos en los primeros cristianos. Su vida atraía por la paz y la alegría con que realizaban las pequeñas tareas de la vida ordinaria. «Familias que vivieron de Cristo y que dieron a conocer a Cristo. Pequeñas comunidades cristianas, que fueron como centros de irradiación del mensaje evangélico. Hogares iguales a los otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Esos fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído»12. Muchas personas pueden encontrar a Dios en nuestro optimismo, en la sonrisa habitual, en una actitud cordial. Esta muestra de caridad con los demás –la de esforzarnos por alejar en todo momento el malhumor y la tristeza y remover su causa– ha de manifestarse particularmente con los más cercanos. En concreto, Dios quiere que el hogar en el que vivimos sea un hogar alegre. Nunca un lugar oscuro y triste, lleno de tensiones por la incomprensión y el egoísmo.

Una casa cristiana debe ser alegre, porque la vida sobrenatural lleva a vivir esas virtudes (generosidad, cordialidad, espíritu de servicio...), a las que tan íntimamente está unida esta alegría. Un hogar cristiano da a conocer a Cristo de modo atrayente entre las familias y en la sociedad.

Debemos procurar también llevar esta alegría serena y amable a nuestro lugar de trabajo, a la calle, a las relaciones sociales. El mundo está triste e inquieto y tiene necesidad, ante todo, del gaudium cum pace13, de la paz y de la alegría que el Señor nos ha dejado. ¡Cuántos han encontrado el camino que lleva a Dios en la conducta cordial y sonriente de un buen cristiano! La alegría es una enorme ayuda en el apostolado, porque nos lleva a presentar el mensaje de Cristo de una forma amable y positiva, como hicieron los Apóstoles después de la Resurrección. Jesucristo debía manifestar siempre su infinita alegría interior. La necesitamos también para nosotros mismos, para crecer en la propia vida interior. Santo Tomás dice expresamente que «todo el que quiere progresar en la vida espiritual necesita tener alegría»14. La tristeza nos deja sin fuerzas; es como el barro pegado a las botas del caminante que, además de mancharlo, le impide caminar.

Esta alegría interior es también el estado de ánimo necesario para el perfecto cumplimiento de nuestras obligaciones. Y «cuanto más elevadas sean estas, tanto más habrá de elevarse nuestra alegría»15. Cuanto mayor sea nuestra responsabilidad (sacerdotes, padres, superiores, maestros...), mayor también nuestra obligación de tener paz y alegría para darla a los demás, mayor la urgencia de recuperarla si se hubiera enturbiado.

Pensemos en la alegría de la Santísima Virgen. Ella está «abierta sin reservas a la alegría de la Resurrección (...). Ella recapitula todas las alegrías, vive la perfecta alegría prometida a la Iglesia: Mater plena sanctae laetitiae, y, con toda razón, sus hijos en la tierra, volviendo los ojos hacia la madre de la esperanza y madre de la gracia, la invocan como causa de su alegría: Causa nostrae laetitiae»16.

1 Antífona de entrada en la Misa. — 2 Ef 2, 6. — 3 San Agustín, Sermón 252. — 4 Jn16, 22. — 5 Mt 28, 8-9. — 6 Sal 99, 2. — 7 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 72. — 8Jn 16, 22. — 9 Hech 5, 40. — 10 Cfr. Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, pp. 1125-1126. — 11 P. A. Reggio, Espíritu sobrenatural y buen humor, Rialp, Madrid 1966, p. 12. — 12 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 30. — 13 Misal Romano, Preparación de la Santa Misa, Formula intentionis. — 14 Santo Tomás,Comentario a la Carta a los Filipenses, 4, 1. — 15 P. A. Reggio, o. c., p. 24. — 16Pablo VI, Exhor. Apost. Gaudete in Domino, 9-V-1975, IV.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Hugo,
Obispo
(año 1132)

Hugo significa "el inteligente".

Hay 16 santos o beatos que llevan el nombre de Hugo. Los dos más famosos son San Hugo, Abad de Cluny (1109), y San Hugo, obispo de quien vamos a hablar hoy.

San Hugo nació en Francia en el año 1052. Su padre Odilón, que se había casado dos veces, al quedar viudo por segunda vez se hizo monje cartujo y murió en el convento a la edad de cien años, teniendo el consuelo de que su hijo que ya era obispo, le aplicara los últimos sacramentos y le ayudara a bien morir.

A los 28 años nuestro santo ya era instruido en ciencias eclesiásticas y tan agradable en su trato y de tan excelente conducta que su obispo lo llevó como secretario a una reunión de obispos que se celebraba en Avignon en el año 1080 para tratar de poner remedio a los desórdenes que había en la diócesis de Grenoble. Allá en esa reunión o Sínodo, los obispos opinaron que el más adaptado para poner orden en Grenoble era el joven Hugo y le propusieron que se hiciera ordenar de sacerdote porque era un laico. El se oponía porque era muy tímido y porque se creía indigno, pero el Delegado del Sumo Pontífice logró convencerlo y le confirió la ordenación sacerdotal. Luego se lo llevó a Roma para que el Papa Gregorio VII lo ordenara de obispo.

En Roma el Pontífice lo recibió muy amablemente. Hugo le consultó acerca de las dos cosas que más le preocupaban: su timidez y convicción de que no era digno de ser obispo, y las tentaciones terribles de malos pensamientos que lo asaltaban muchas veces. El Pontífice lo animó diciéndole que "cuando Dios da un cargo o una responsabilidad, se compromete a darle a la persona las gracias o ayudas que necesita para lograr cumplir bien con esa obligación", y que los pensamientos aunque lleguen por montones a la cabeza, con tal de que no se consientan ni se dejen estar con gusto en nuestro cerebro, no son pecado ni quitan la amistad con Dios.

Gregorio VII ordenó de obispo al joven Hugo que sólo tenía 28 años, y lo envió a dirigir la diócesis de Grenoble, en Francia. Allá estará de obispo por 50 años, aunque renunciará el cargo ante 5 Pontífices, pero ninguno le aceptará la renuncia.

Al llegar a Grenoble encontró que la situación de su diócesis era desastrosa y quedó aterrado ante los desórdenes que allí se cometían. Los cargos eclesiásticos se concedían a quien pagaba más dinero (Simonía se llama este pecado). Los sacerdotes no se preocupaban por cumplir buen su celibato. Los laicos se habían apoderado de los bienes de la Iglesia. En el obispado no había ni siquiera con qué pagar a los empleados. Al pueblo no se le instruía casi en religión y la ignorancia era total.

Por varios años se dedicó a combatir valientemente todos estos abusos. Y aunque se echó en contra la enemistad de muchos que deseaban seguir por el camino de la maldad, sin embargo la mayoría acepto sus recomendaciones y el cambio fue total y admirable. El dedicaba largas horas a la oración y a la meditación y recorría su diócesis de parroquia en parroquia corrigiendo abusos y enseñando cómo obrar el bien.

Todos veían con admiración los cambios tan importantes en la ciudad, en los pueblos y en los campos desde que Hugo era obispo. El único que parecía no darse cuenta de todos estos éxitos era él mismo. Por eso, creyéndose un inepto y un inútil para este cargo, se fue a un convento a rezar y a hacer penitencia. Pero el Sumo Pontífice Gregorio VII, que lo necesitaba muchísimo para que le ayudara a volver más fervorosa a la gente, lo llamó paternalmente y lo hizo retornar otra vez a su diócesis a seguir siendo obispo. Al volver del convento parecía como Moisés cuando volvió del Monte Sinaí que llegaba lleno de resplandores. Las gentes notaron que ahora llegaba más santo, más elocuente predicador y más fervoroso en todo.

Un día llegó San Bruno con 6 amigos a pedirle a San Hugo que les concediera un sitio donde fundar un convento de gran rigidez, para los que quisieran hacerse santos a base de oración, silencio, ayunos, estudio y meditación. El santo obispo les dio un sitio llamado Cartuja, y allí en esas tierras desiertas y apartadas fue fundada la Orden de los Cartujos, donde el silencio es perpetuo (hablan el domingo de Pascua) y donde el ayuno, la mortificación y la oración llevan a sus religiosos a una gran santidad.

Se dice que al construir la casa para los Cartujos no se encontraba agua por ninguna parte. Y que San Hugo con una gran fe, recordando que cuando Moisés golpeó la roca, de ella brotó agua en abundancia, se dedicó a cavar el suelo con mucha fe y oración y obtuvo que brotara una fuente de agua que abasteció a todo el gran convento.

En adelante San Bruno fue el director espiritual del obispo Hugo, hasta el final de su vida. Y se cumplió lo que dice el Libro de los Proverbios: "Triunfa quien pide consejo a los sabios y acepta sus correcciones". A veces se retiraba de su diócesis para dedicarse en el convento a orar, a meditar y a hacer penitencia en medio de aquel gran silencio, donde según sus propias palabras "Nadie habla si no es para cosas extremadamente graves, y lo demás se lo comunican por señas, con una seriedad y un respeto tan grandes, que mueven a admiración". Para San Hugo sus días en la Cartuja eran como un oasis en medio del desierto de este mundo corrompido y corruptor, pero cuando ya llevaba varios días allí, su director San Bruno le avisaba que Dios lo quería al frente de su diócesis, y tenía que volverse otra vez a su ciudad.

Los sacerdotes más fervorosos y el pueblo humilde aceptaban con muy buena voluntad las órdenes y consejos del Santo obispo. Pero los relajados, y sobre todo muchos altos empleados del gobierno que sentían que con este Monseñor no tenían toda la libertad para pecar, se le opusieron fuertemente y se esforzaron por hacerlo sufrir todo lo que pudieron. El callaba y soportaba todo con paciencia por amor a Dios. Y a los sufrimientos que le proporcionaban los enemigos de la santidad se le unían las enfermedades. Trastornos gástricos que le producían dolores y le impedían digerir los alimentos. Un dolor de cabeza continuo por más de 40 años (que no lo sabían sino su médico y su director espiritual y que nadie podía sospechar porque su semblante era siempre alegre y de buen humor). Y el martirio de los malos pensamientos que como moscas inoportunas lo rodearon toda su vida haciéndolo sufrir muchísimo, pero sin lograr que los consintiera o los admitiera con gusto en su cerebro.

Varias veces fue a Roma a visitar al Papa y a rogarle que le quitara aquel oficio de obispo porque no se creía digno. Pero ni Gregorio VII, ni Urbano II, ni Pascual II, ni Inocencio II, quisieron aceptarle su renuncia porque sabían que era un gran apóstol y que si se creía indigno, ello se debía más a su humildad, que a que en realidad no estuviera cumpliendo bien sus oficios de obispo. Cuando ya muy anciano le pidió al Papa Honorio II que lo librara de aquel cargo porque estaba muy viejo, débil y enfermo, el Sumo Pontífice le respondió: "Prefiero de obispo a Hugo, viejo, débil y enfermo, antes que a otro que esté lleno de juventud y de salud".

Era un gran orador, y como rezaba mucho antes de predicar, sus sermones conmovían profundamente a sus oyentes. Era muy frecuente que en medio de sus sermones, grandes pecadores empezaran a llorar a grito entero y a suplicar a grandes voces que el Señor Dios les perdonara sus pecados. Sus sermones obtenían numerosas conversiones.

Tenía gran horror a la calumnia y a la murmuración. Cuando escuchaba hablar contra otros exclamaba asustado: "Yo creo que eso no es así". Y no aceptaba quejas contra nadie si no estaban muy bien comprobadas.

Una vez, cuando por un larguísimo verano hubo una enorme carestía y gran escasez de alimentos, vendió el cáliz de oro que tenía y todos los objetos de especial valor que había en su casa y con ese dinero compró alimentos para los pobres. Y muchos ricos siguieron su ejemplo y vendieron sus joyas y así lograron conseguir comida para la gente que se moría de hambre.

Al final de su vida la artritis le producía dolores inmensos y continuos pero nadie se daba cuenta de que estaba sufriendo, porque sabía colocar una muralla de sonrisas para que nadie supiera los dolores que estaba padeciendo por amor a Dios y salvación de las almas.

Un día al verlo llorar por sus pecados le dijo un hombre: "- Padre, ¿por qué llora, si jamás ha cometido un pecado deliberado y plenamente aceptado?- ". Y él le respondió: "El Señor Dios encuentra manchas hasta en sus propios ángeles. Y yo quiero decirle con el salmista: "Señor, perdóname aun de aquellos pecados de los cuales yo no me he dado cuenta y no recuerdo".

Poco antes de su muerte perdió la memoria y lo único que recordaba eran los Salmos y el Padrenuestro. Y pasaba sus días repitiendo salmos y rezando padresnuestros…

Murió cuando estaba para cumplir los 80 años, el 1 de abril de 1132. El Papa Inocencio II lo declaró santo, dos años después de su muerte.

San Hugo: te encomendamos nuestros obispos. Pídele a Dios que tengamos muchos obispos santos que nos lleven a todos a la santidad.

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Fuente: ACI Prensa
Celso de Armagh, Santo Arzobispo, Abril 1  

Celso de Armagh, Santo

Arzobispo de Armagh

Martirologio Romano: En el lugar llamado Ardpatrick, en la región de Munster, en Irlanda, san Celso, obispo de Armagh, que trabajó en favor de la instauración de la Iglesia (1129).

Etimológicamente: Celso = Aquel que es excelso, es de origen latino.

 

Como sus ocho predecesores, Celso era laico, al asumir la sede en 1105, a los veintiséis años de edad.

Consagrado obispo, fue un excelente pastor. Fue muy asiduo en las visitas pastorales, administró sabiamente las posesiones de su diócesis y restauró la disciplina eclesiástica.

Con este último punto se relaciona su presencia en el gran sínodo de Rath Breasail, al que asistieron no menos de cincuenta obispos, bajo la presidencia del legado pontificio Gilberto de Limerick.

El pueblo no recibió de buen grado ni las reformas que llevó al cabo el sínodo, ni la nueva división de las diócesis.

Los anales de Four Masters cuentan que San Celso recontruyó la catedral de Armagh.

La época en que vivió fue muy agitada; tuvo que ejercer el oficio de mediador en las discordias de los príncipes irlandeses y sufrió las invasiones de los O´Rourke y los O´Brien.

En todas sus dificultades le asistió San Malaquías, quien fue primero archidiácono suyo y después obispo de Connor. Poco antes de su muerte, ocurrida en Ardpatrick de Munster, en 1129, el santo acabó con la costumbre de la sucesión hereditaria, nombrando por sucesor a Malaquías.
Según su deseo, fue enterrado en Lismore.

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Fuente: EWTN
María Egipciaca, Santa Eremita Penitente, Abril 1  

María Egipciaca, Santa

Eremita Penitente

Martirologio Romano: En Palestina, santa María Egipcíaca, célebre pecadora de Alejandría, que por la intercesión de la Bienaventurada Virgen se convirtió a Dios en la Ciudad Santa, y llevó una vida penitente y solitaria a la otra orilla del Jordán (s. V).

Etimológicamente: María = eminencia, excelsa. Es de origen hebreo. Es de origen hebreo.

 

Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta: "Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados".

Segun la tradición quella mujer le narró la siguiente historia: Su nombre era María. Era de Egipto. Desde los 12 años llevada por sus pasiones sensuales y su exagerado amor a la libertad se fugó de la casa. Cometió toda clase de impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas.

Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo Sepulcro de Jerusalén. Pero ella no iba a rezar sino a divertirse y a pasear.

Y sucedió que al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban fervorosos a rezar, ella sintió allí en la puerta del templo que una mano la detenía con gran fuerza y la echaba a un lado. Y esto le sucedió por tres veces, cada vez que ella trataba de entrar al santo templo.

Y una voz le dijo: "Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives esclavizada al pecado". Ella se puso a llorar, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Sma. Virgen que parecía mirarla con gran cariño y compasión.

Entonces la pecadora se arrodilló llorando y le dijo: "Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia. Y le pareció que la Virgen Santísima le aceptaba su propuesta.

Trató de entrar de nuevo al templo y esta vez sí le fue permitido. Allí lloró largamente y pidió por muchas horas el perdón de sus pecados. Estando en oración le pareció que una voz le decía: "En el desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz".

María egipciaca se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia.
Se

María Egipciaca, Santa

alimentaba de dátiles, de raíces, de langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno el frío era su martirio.

Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Sma. Virgen le obtenía fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación.

La penitente le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta historia mientras ella no hubiera muerto. Y le pidió que le trajera la Sagrada Comunión. Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía.

Quedaron de encontrarse el Día de Pascua, pero cuando el santo volvió la encontró muerta, sobre la arena, con esta inscripción en un pergamino: "Padre Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo día de la muerte del Señor, contenta de haber recibido su santo cuerpo en la Eucaristía. Ruegue por esta pobre pecadora, y devuélvale a la tierra este cuerpo que es polvo y en polvo tiene que convertirse".

El monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó un león y con sus garras abrió una sepultura en la arena y se fue. Zózimo al volver de allí narró a otros monjes la emocionante historia, y pronto junto a aquella tumba empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la santa penitente se extendió por muchos países.

San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y dejaron escrita en sus libros la historia de María Egipciaca, como un ejemplo de lo que obra en un alma pecadora, la intercesión de la Sma. Madre del Salvador, la cual se digne también interceder por nosotros pecadores para que abandonemos nuestra vida de maldad y empecemos ya desde ahora una vida de penitencia y santidad.

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José Anacleto González Flores y 8 compañeros, Beato

Mártir Laico

Etimológicamente: Anacleto = Aquel que es requerido o llamado, es de origen griego.

 

José Anacleto González Flores nació en Tepatitlán, Jalisco, el 13 de julio de 1888, en un ambiente de extrema pobreza.

En 1908 ingresó al seminario auxiliar de San Juan de los Lagos; pronto alcanzó grandes adelantos en las ciencias y hasta pudo suplir con creces las ausencias del catedrático, ganándose el apodo de toda su vida: "Maistro Cleto". Cuando comprendió que su vocación no era el sacerdocio ministerial ingresó en la Escuela libre de leyes. Notable pedagogo, orador, catequista y líder social cristiano, se convirtió en paladín laico de los católicos de Guadalajara.

Poseedor de vasta cultura, escribió algunos libros llenos de espíritu cristiano, así como centenares de artículos periodísticos. En octubre de 1922 contrajo matrimonio con María Concepción Guerrero, quien no asimiló el amor al apostolado de su marido; con todo fue esposo modelo y padre responsable de sus dos hijos.

Muy fiel a su prelado, el siervo de Dios Francisco Orozco y Jiménez, propuso a los católicos la resistencia pacífica y civilizada a los ataques del Estado contra la Iglesia; constituyó por ese tiempo la obra cumbre de su vida, la Unión Popular, que llegó a contar con decenas de miles de afiliados.

Al finalizar el año 1926, después de haber agotado todos los recursos legales y cívicos habidos, y ante la inminente organización de la resistencia activa de los católicos, apoyó con su prestigio, su verbo y su

José Anacleto González Flores y 8 compañeros, Beato

vida, los proyectos de la Liga nacional defensora de la libertad religiosa.

Alimentado con la oración y la comunión diaria, fortaleció su espíritu para dar su voto con sangre por la libertad de la Iglesia católica. La madrugada del 1 de abril de 1927 fue aprehendido en el domicilio particular de la familia Vargas González; se le trasladó al cuartel Colorado, donde se le aplicaron tormentos muy crueles; le exigían, entre otras cosas, revelar el paradero del arzobispo de Guadalajara: "No lo sé, y si lo supiera, no se lo diría", respondió. Los verdugos, bajo las órdenes del general de división Jesús María Ferreira, jefe de operaciones militares de Jalisco, descoyuntaron sus extremidades, le levantaron las plantas de los pies y, a golpes, le desencajaron un brazo.

Antes de morir, dijo a Ferreira: "Perdono a usted de corazón, muy pronto nos veremos ante el tribunal divino, el mismo juez que me va a juzgar, será su juez, entonces tendrá usted, en mi, un intercesor con Dios". El militar ordenó que lo traspasaran con el filo de una bayoneta calada. Su muerte hundió en luto a los tapatíos.

El grupo de los 9 mártires beatificados por Benedicto XVI el 20 de Noviembre de 2005, es completado por:
Anacleto Gonzalez Flores, Laico, 1 abril
José Dionisio Luis Padilla Gómez, Laico, 1 abril
Jorge Ramon Vargas González, Laico, 1 abril
Ramón Vicente Vargas González, Laico, 1 abril
José Luciano Ezequiel Huerta Gutiérrez, Laico, 3 abril
José Salvador Huerta Gutiérrez, Laico, 3 abril
Miguel Gómez Loza, Laico, 21 marzo
Luis Magaña Servin, Laico, 9 febrero
José Sanchez Del Rio, Laico, 10 febrero


Ese mismo día también fueron beatificados los mártires:
Andrés Sola Molist, Sacerdote, 25 abril
José Trinitad Rangel Montano, Sacerdote, 25 abril
Leonardo Pérez Larios, Laico, 25 abril
Dario Acosta Zurita, Sacerdote, 25 julio

(las fechas indicadas corresponden a la de sus mártirios).

Reproducido con autorización de
Vatican.va

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Fuente: Vatican.va
Ludovico Pavoni, Beato Sacerdote y Fundador, Abril 1  

Ludovico Pavoni, Beato

Presbítero y Fundador de la
Congregación de los Hijos de María Inmaculada

Martirologio Romano: En Brescia, de Lombardía, en Italia, beato Ludovico Pavoni, presbítero, que se entregó con ánimo decidido a la formación de los jóvenes pobres, interesándose sobre todo en su educación religiosa y artesana, fundando para ello la Congregación de los Hijos de María Inmaculada (1848).

Etimológicamente: Ludovico = nombre de origen germánico equivalente a Luis, su significado es: Aquel guerrero que es popular.

 

Ludovico Pavoni nace en Brescia el 11 de septiembre de 1784, el primero de cinco hermanos, del matrimonio Alejandro y Lelia Poncarali.

Vivió en una época caracterizada por profundos cambios políticos y sociales: la Revolución Francesa (1789), la Jacobina (1797), el dominio napoleónico con sus diferentes denominaciones y por fin, desde 1814, el Austriaco. Pero la "política" de Ludovico Pavoni, ordenado sacerdote en 1807, fue siempre y únicamente la política del amor. Renunciando a alcanzar altos cargos eclesiásticos, a los que parecía estar llamado cuando el Obispo Monseñor Gabrio

María Nava le quiere como su secretario (1812), supo dedicarse con creatividad generosa a quien tenía más necesidad: los jóvenes y entre éstos los más pobres. Para ellos abrió un centro formativo, su "Oratorio" (1812). Al mismo tiempo, se entregaba, como destacará el Obispo, "en apoyo de los párrocos para instruir, catequizar por medio de homilías, de catequesis, de ejercicios espirituales sobre todo a la juventud y especialmente a la más pobre que tenía mayor necesidad, con muy buenos resultados". El 16 de marzo de 1818 es nombrado Canónigo de la Catedral y se le confia la rectoría de la Basílica de S. Bernabé.

Notando, entonces, que muchos de los chicos de su Oratorio, sobre todo los pobres, decaían en su empeño y se desviaban del buen camino, cuando tenían que insertarse en el mundo del trabajo, que por desgracia no garantizaba un sano ambiente moral y cristiano, Ludovico Pavoni decide fundar "un Instituto o Escuela de Artes de carácter benéfico y privado, donde al menos los huérfanos, o abandonados por sus propios padres fuesen acogidos, mantenidos gratuitamente, educados cristianamente, y capacitados para desempeñar alguna arte, a fin de formarles queridos para la religión, y útiles para la sociedad y el Estado". Nace así, en 1821, el Instituto de S. Bernabé.

Entre las artes, la más importante fue la Tipografia, querida por Pavoni como "Escuela Tipográfica", que se puede considerar la primera Escuela gráfica de Italia y que pronto llega a ser una verdadera Casa Editorial. Con el paso del tiempo se multiplican los oficios enseñados en S. Bernabé: en 1831, Pavoni detalla ocho oficios existentes: Tipografia, encuadernación de libros, papelería, plateros, cerrajeros, carpinteros, torneros, zapateros.

El Instituto de S. Bernabé unía por primera vez el aspecto educativo, el asistencial y el profesional, pero la fisonomía más profunda "la idea característica" del nuevo Instituto era que "los muchachos pobres, abandonados por sus padres y sus parientes más cercanos, encontrasen todo lo que habían perdido: ... no solamente... pan, vestido y educación en las letras y las artes, sino también el padre y la madre, la familia, de los cuales la mala suerte les ha privado, y con el padre, la madre, la familia todo lo que un pobre podía recibir y gozar".

Durante el cólera de 1836, "con una simple invitación Municipal, y sin la esperanza de recibir ninguna contribución económica, son acogidos gratuitamente en el Pío instituto, alimentados y educados con verdadero amor paterno. ... muchos, y muchos muchachos aun incapaces". Así se lee en las actas de la reunión extraordinaria del Municipio de Brescia del 21 de agosto de 1841.

Pavoni pensó también en los labradores y proyectó una Escuela Agrícola. En 1841, acoge en el Instituto a los Sordomudos.

El 3 de junio de 1844 era condecorado por el Emperador de Austria con el título de Caballero de la Corona de hierro.

Para sostener y continuar el Instituto, Ludovico Pavoni ya desde hacía tiempo andaba madurando la idea de formar con sus jóvenes más fervorosos "una Congregación, que unida con los estrechos vínculos de la caridad, y basada en las virtudes evangélicas, se consagrase a acoger y a educar a los muchachos abandonados, y dilatase gratuitamente sus cuidados también a favor de las Casas de Industria, que quizá por falta de Maestros sabios y hábiles en las artes, sienten prejuicios, y agravios": así ya en 1825 escribía al Emperador Francisco I, de visita en Brescia.

Obtenido el elogio del fin de la Congregación, con decreto del 31 de marzo de 1843 de parte del papa Gregorio XVI, llega por fin la aprobación imperial el 9 de diciembre de 1846.

Monseñor Luchi, Vicario General Capitular, haciendo uso de la facultad otorgada por la Santa Sede, erige canónicamente la Congregación de los Hijos de Maria, el 11 de agosto de 1847. Después de haber dado formalmente el 29 de noviembre las dimisiones del Capítulo de la Catedral, el 8 de diciembre de 1847, solemnidad de la Inmaculada, Pavoni emite su profesión perpetua.

Acerca de la fisonomía de la nueva familia religiosa, los contemporáneos reconocen unánimemente la novedad y la originalidad, pues se compone de Religiosos sacerdotes para la dirección espiritual, disciplinar y administrativa de la obra y de religiosos Laicos para llevar adelante los talleres y la educación de los jóvenes. Aparece así la nueva figura del religioso trabajador y educador: el hermano coadjutor pavoniano, insertado directamente en la misión específica de la Congregación, con igualdad de derechos y de deberes con los Sacerdotes.

El día después de estallar la insurrección contra los Austríacos, llamada de "los Diez Días", el sábado 24 de marzo de 1849, Ludovico Pavoni acompañaba a sus muchachos a la colina de Salano, a doce kilómetros de Brescia, para ponerlos a salvo del saqueo y de los incendios causados por la revuelta, que justo en la plaza de S. Bernabé había montado una barricada. No muy bien de salud, el 26 de marzo se agrava y al amanecer del uno de abril de 1849, domingo de Ramos, muere.

La beatificación de Ludovico Pavoni confirma el decreto que el 5 de junio de 1947 Pío XII emanó sobre las virtudes heroicas, en el cual es llamado "otro Felipe Neri... precursor de san Juan Bosco... perfecto emulador de S. José Cottolengo".

Beatificado por S.S. Juan Pablo II el 14 de Abril de 2002.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando santoral de este día, Abril 1  

Otros Santos y Beatos

Santos Venancio, obispo, y compañeros de Dalmacia y de Istria, Anastasio, Mauro, Pauliniano, Telio, Asterio, Septimio, Antioquiano y Gayano, mártires
En Roma, conmemoración de los santos mártires Venancio, obispo, y compañeros de Dalmacia y de Istria, a saber, Anastasio, Mauro, Pauliniano, Telio, Asterio, Septimio, Antioquiano y Gayano, que la Iglesia se complace en honrar juntamente (s. III/IV).

Santas Agape y Quionia, vírgenes y mártires
En Tesalónica, de Macedonia, santas Agape y Quionia, vírgenes y mártires, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, por no querer comer carne sacrificada a los ídolos fueron entregadas al prefecto Dulcecio, que las condenó a ser quemadas vivas (304).

San Valerico o Valerio, presbítero y eremita
En Lauconay, cerca de Amiens, en la Galia, san Valerico o Valerio, presbítero, que atrajo a muchos compañeros hacia la vida eremítica (s. VII).

Beato Hugo, abad
En el monasterio cisterciense de Bonnevaux, en el Delfinado, en Francia, beato Hugo, abad, cuya caridad y prudencia lograron la armonía entre el papa Alejandro III y el emperador Federico I (1194).

San Gilberto, obispo
En Caihness, en Escocia, san Gilberto, obispo, que erigió la iglesia catedral en Dornoch y dispuso hospederías para los pobres, y al morir encomendó lo que él mismo había observado en su vida, a saber: no hacer daño a ningún ser, llevar con paciencia los contradicciones permitidas por Dios y a nadie dar ocasión de tropiezo (c. 1245).

Beato Juan Bretton, mártir
En York, en Inglaterra, beato Juan Bretton, mártir, que, siendo padre de familia, mostró una gran constancia en la fe de la Iglesia Romana durante el reinado de Isabel I y, amenazado varias veces, se mantuvo firme, por lo que al fin, falsamente acusado de sedición, fue estrangulado (1598).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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